Crecer Es Cooperar

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Desprenderse de viejas costumbres y antiguos hábitos es complejo para la mayoría de las personas, para el conjunto de las sociedades y porque no para un país completo. Desde hace años estamos inversos en una vorágine de cambios que se vienen gestando paulatinamente hace más de 15 años. Marcha tras marcha y protesta tras protesta la sociedad en su conjunto pide transformaciones para cambiar un país que se abre paso hacia el primer cuarto del siglo XXI. Estas exigencias tuvieron su cenit en el estallido social del 2019 y desde ahí hemos entrado en un proceso democrático sin precedentes. Antes los constructores de las constituciones fueron ganadores aplastantes de guerras civiles y quiebres democráticos. En esta ocasión no fue así, con este hito hemos sabido avanzar como país un peldaño más en la consolidación de nuestra democracia.

Independiente quien gane, ya sea la opción del apruebo o el rechazo, sabemos que se abre una nueva ruta para el destino del país. Y que esta nueva ruta nos pedirá más responsabilidad cívica de nuestra parte. Sobre todo, una nueva y mayor capacidad de dialogo. Y para ello es preciso dejar de lado las lógicas decimonónicas que arrastraba el siglo XX e inclusive dejar de lado o sacudirnos el siglo XX del cuerpo. Esto suena complejo y es complejo porque como país estamos llenos de cicatrices y de heridas que aun no cierran bien. Aun así, es necesario y va a ser más necesario que nunca el dialogo fraterno entre nosotros. Porque una competencia descarnada nos traerá más incertidumbres que certezas.

Todos queremos lo mejor para nuestro país, todos amamos a nuestra patria y queremos lo mejor para ella. Decidimos quedarnos a construir nuestro futuro acá, acá educamos a nuestros hijos, acá emprendemos nuestros negocios. Queremos una sociedad con más oportunidades para desarrollarnos y crecer no solo económicamente, sino, como seres humanos plenos en derechos e igualdad ante la ley. Para ello quizás debemos afrontar un arduo camino, ceder para negociar, transar para construir en definitiva el mundo es de cualquier forma menos como uno piensa que es el mundo, por eso no necesitamos lideres iluminados, ni élites que nos digan hacia donde debemos ir. Para ello necesitamos una ciudadanía empoderada de sus deberes y derechos, empresarios que deseen aportar al desarrollo integral de este trozo de tierra que llamamos Chile. De este lugar repleto de bosques y montañas, mares y desiertos que tanto amamos. Y del cual nos sentimos orgullosos de pertenecer.

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